martes, 30 de octubre de 2012

Orgasmo, ¿placer o frustración?

La musculatura se contrae, aumentan la sudoración y la frecuencia cardiaca, hay vasodilatación y se acelera la respiración; el cuerpo se prepara para el clímax pero lo hace en el momento y en el lugar inadecuados.
Esto es lo que les sucede a menudo a las mujeres que padecen PSAS, más conocido como síndrome de excitación sexual persistente, ya sea tomando café con amigas, en la compra o en el trabajo.
Dicho síndrome se caracteriza por la aparición de una excitación espontánea y persistente en los órganos genitales sin que exista deseo y que no siempre desemboca en orgasmo, y aunque lo haga, la sensación no suele desaparecer.

Este síndrome no se debe confundir ni con satiriasis ni con la anorgasmia, que son, respectivamente, transtornos de adicción al sexo y de la incapacidad de alcanzar el clímax sexual.

Aunque se desconoce la etiología de la PSAS, se han relacionado casos con la presencia de tumores o malformaciones en la zona genital, con el consumo de psicofármacos como algunos depresivos, con cambios vasculares o problemas neurológicos o epilépticos. A pesar de que estos son algunos de los factores que desencadenan este síndrome, la mayoría de los casos son de causa desconocida y es ahí donde entra en juego la ayuda psicológica, ya que a menudo las mujeres que sufren PSAS acaban desarrollando depresión o incluso ideas suicidas. Su trastorno se entromete de lleno en su día a día y no sólo les impide llevar un ritmo de vida normal sino que también interfiere en sus relaciones de pareja.

Muchas mujeres que padecen este síndrome no buscan ayuda por vergüenza a decirle al médico lo que les sucede. En 2009 conociamos el caso de Michele Thompson, de 43 años que padece PSAS y que afirma tener 300 orgasmos al día.

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