La musculatura se contrae, aumentan la sudoración y la frecuencia cardiaca, hay vasodilatación y se acelera la respiración; el cuerpo se prepara para el clímax pero lo hace en el momento y en el lugar inadecuados.
Esto es lo que les sucede a menudo a las mujeres que padecen PSAS, más conocido como síndrome de excitación sexual persistente, ya sea tomando café con amigas, en la compra o en el trabajo.

Dicho síndrome se caracteriza por la aparición de una excitación espontánea y persistente en los órganos genitales sin que exista deseo y que no siempre desemboca en orgasmo, y aunque lo haga, la sensación no suele desaparecer.
Este síndrome no se debe confundir ni con satiriasis ni con la anorgasmia, que son, respectivamente, transtornos de adicción al sexo y de la incapacidad de alcanzar el clímax sexual.